lunes, 22 de febrero de 2010

Hasta siempre.

Te miré por primera vez desde lejos, tu tez oscura fue lo que primero me llamó la atención. Me acerqué con cautela, entonces te estudié más detenidamente. Tus pequeñas imperfecciones te hacían aun más perfecta. Tus curvas, aunque disimuladas me obligaron a verte de otra manera. Al hablar de ti, la gente se quedaba asustada, quizás pensaban que era un loco. Tuve que convencer a otros para acercarme y al final poder tenerte. Nunca me olvidaré del tacto tu suave “piel”. Muchas son las veces en las que no oía de ti lo que deseaba, me volvía loco, pero fui ganado habilidad, con el tiempo para sacar lo mejor de ti. Si bien es verdad que nos fuimos distanciando. Te convertiste en mi confesora, la única que sabe quien realmente soy, la única que me comprende y me calma. Habías permanecido inmutable, salvo algún cambio que otro sin la menor importancia. Fuiste la primera, pero siento decirte, en estos últimos momentos que no la última. Te intenté cambiar por otras que creía mejores pero esperaste cogiendo polvo. Y ahora que te has ido, sé que es para siempre, que no hay marcha atrás, siempre te recordaré, siempre habrá un hueco en mi alma y otro en tu funda.

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